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¿Qué es?
Es una proteína, segregada por los fibroblastos, y el componente más abundante de la piel -70%- y los huesos. Exactamente supone un 25-30% de la masa total de proteínas del organismo, y el 80% del tejido conectivo total. Y su función principal es la de aportar firmeza, sostén y elasticidad a la piel, los huesos, los tendones, ligamentos, cartílagos y articulaciones, el pelo y las uñas. Es tan importante que su ausencia puede dar lugar a envejecimiento prematuro, fragilidad e hiperextensibilidad de la piel, hipermovilidad en las articulaciones, fracturas y deformaciones óseas, artritis, fibromialgia, bursitis y tendinitis, entre otras enfermedades.
¿Cuándo, cómo y por qué lo perdemos?
A partir de los 25 años, el organismo disminuye progresivamente la producción de colágeno, desde los 40 esta disminución es de hasta un 1% por año, y a los 70 ya hemos perdido un 30%, según la médico estético Mª Rosa García Maroto (Madrid, tel. 915 63 84 64). Además, los radicales libres –esas moléculas inestables que alteran el ADN de nuestras células-, provocados por la exposición al sol, el tabaco, el alcohol, la contaminación, el estrés o el ejercicio excesivo merman nuestras reservas de colágeno. Así como, el sobrepeso, una dieta rica en azúcares simples, y pobre en proteínas, minerales, antioxidantes y aminoácidos. Algo más: la falta de sueño reparador también influye, ya que la formación de colágeno se produce, precisamente, mientras dormimos –síntesis protéica-. Las consecuencias: la piel se vuelve más fina, aparecen arrugas y flaccidez, el pelo es menos fuerte, disminuye la densidad de los huesos, los tendones y ligamentos son menos elásticos, las articulaciones menos flexibles, y aparecen los dolores reumáticos y la artrosis.
Colágeno en pastilla
Nuestra alimentación es pobre en este nutriente y, además, las alternativas naturales, caldos naturales de carne y pescado, manitas de cerdo o callos, y postres de gelatina animal, tienen un alto contenido en grasas o azúcares, advierte la bióloga Teresa Figueres (www.colnatur.com). La opción sería tomar suplementos de colágeno. Pero, es una molécula grande y compleja, de difícil absorción por el aparato digestivo y la piel. De hecho, el que se obtiene a través de la alimentación, se absorbe muy mal –asimilamos menos de un 1%, en su mayoría se expulsa por las heces- y puede producir digestiones largas y pesadas, asegura la Dra. García Maroto. Afortunadamente se han conseguido proteínas de colágeno de origen porcino –del tipo 1, el mismo que forma los huesos y la piel de los seres humanos-, hidrolizadas, desgrasadas y predigeridas: “mediante un proceso de cocción –hidrólisis enzimática- se disminuye su peso molecular –tamaño- y aumenta la biodisponibilidad de sus péptidos, de manera que éstos pueden atravesar la pared intestinal y pasar a la sangre”, explica la médico estético. En su forma hidrolizada, el colágeno contiene más de un 97% de proteínas y 18 aminoácidos, incluidos 8 de los 9 esenciales. “Tomar 10 gramos diarios es imprescindible a partir de los 40 años, para ralentizar de forma efectiva los problemas osteoarticulares –dolor articular y pérdida de masa ósea-, y dérmicos –flaccidez y arrugas-, derivados del proceso natural de envejecimiento”, asegura Figueres. Eso sí, los resultados no son inmediatos. “Hay que esperar entre 1 y 3 meses para conseguir que el organismo produzca colágeno nuevo”, apunta la médico estético Virtudes Ruíz (www.virtudestetica.com), que recomienda tomar suplementos durante 3 ó 4 meses, descansar dos, y repetir la operación dos veces al año –otoño y primavera, invierno y verano-.
Cosmética y Pinchazos
En cosmética también se ha optado por utilizar colágeno hidrolizado y colágeno puro marino –procedente de algas- para poder ser asimilado por la piel. De hecho, puede penetrar hasta la segunda capa de la epidermis, hidratarla, nutrirla y a la larga –no antes de seis meses- conseguir que las arrugas sean menos profundas. Eso sí, “para que funcione un cosmético –sérum, crema, velo o apósito- debe contener entre 5 y 15 g de colágeno, y es más efectivo aplicárselo por la noche, que es cuando se activan los procesos de reparación cutánea”, según la Dra. Maroto. Otra manera de incorporar colágeno a la piel es infiltrándolo con agujas. Se utiliza colágeno porcino –similar al humano y que no requiere pruebas de alergia-. Y se pincha, de forma directa y muy concentrada, como sustancia de relleno para aumentar volúmenes, rellenar surcos, comisuras, cicatrices, depresiones, arrugas, ojeras y labios. “Los resultados son muy naturales, duran año, año y medio, y después se reabsorbe por el organismo”, según el cirujano plástico Daniel Arenas (Madrid, tel. 914 44 97 97). O mediante mesoterapia, con múltiples pinchazos en cara, cuello, escote y manos, y normalmente diluido junto con otras sustancias, como vitamina C, silicio orgánico, ácido hialurónico y plaquetas procedentes de una muestra de sangre propia –porque se potencian entre sí-, para activar la producción de colágeno natural y reparar la piel. Pero, todavía hay otra posibilidad y es la de recurrir a técnicas estimuladoras de nuestro propio colágeno sin recurrir a la aplicación directa de éste, como son la radiofrecuencia, el láser fraccional y la diatermia, que provocan un calentamiento profundo de la piel, los peelings químicos, que eliminan capas de la piel, y las infiltraciones de algunos fillers, como Ellansé o Radiesse, e Hilos reabsorbibles. Todas estas técnicas tienen como finalidad la de estimular a los fibroblastos para que produzcan colágeno nuevo.
Alimentos ricos en colágeno
Todo lo que es fuente de proteína y vitaminas K y C
activa el colágeno, según la Dra. García Maroto. Se obtiene comiendo, sobre
todo, carne rica en gelatina –cordero, rabo de toro, manitas de cerdo, callos- y
elaborados cárnicos, como los embutidos, con un gran contenido en tendones y
ligamentos, pero también en grasa. Por eso, una buena alternativa es consumir pollo,
pavo, pescado –bacalao y salmón-, con su piel y espinas, cítricos ricos en
vitamina C –fresas, pomelo, naranja, kiwi, limón, moras, grosellas, arándanos,
ciruelas, bayas, higos, uvas y papayas-, vegetales de hoja verde oscuro, pimientos,
tomates, brócoli, coles de Bruselas, col, coliflor, espinaca, remolacha,
berenjena y escarola, alimentos ricos en zinc, como el marisco, la clara de
huevo, las legumbres, la leche de soja y los cereales integrales, y ricos en
ácidos grasos Omega 3, como las nueces de Macadamia y de Brasil, los anacardos,
y las semillas de calabaza, sésamo y girasol.