
Las claves:
* Primero hay que trabajar la piel con aceites, ceras emolientes, y cremas hidratantes que contienen reflejos perlados muy finos y que dejan el cutis hidratado, jugoso y mullido. Y después hay que “aplicar en los planos altos del rostro polvos iridiscentes y luminosos que contienen pigmentos brillantes hipermolidos, así como vaselinas y productos de efecto gloss”, según Maite Tuset.
* “El
gloss que se utiliza no es el de labios, se trata de glosses específicos para la piel, más secos y de textura más fina. Más
compactos y menos gelatinosos, además de más cómodos de llevar en los ojos. Pueden
ser neutros o con color”, detalla Baltasar González.
* “Se
aplica en las cejas para dejarlas cristalinas y peinadas, en los párpados
móviles para conseguir un efecto ojos lacados, en la parte alta de los pómulos,
dorso de la nariz, parte interna del ojo –lagrimal-, y arco de Cupido de la
boca, para realzar el volumen visualmente. Justo ahí dónde el efecto de la luz
crea elevaciones ficticias”, puntualiza el maquillador.
* El resto del
rostro tiene que ir mate para evitar antiestéticos brillos y un efecto piel
grasa. “Nunca hay que aplicar brillo en la frente, las aletas de la nariz, las
ojeras y bolsas ni la barbilla. Estas zonas se trabajan con polvos traslúcidos
mates”, advierte el maquillador.
Producto: Kabuki Magic Crystal Glass White (26,50 €), de MAC. Gloss transparente para la piel.
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